Mi musa

Bendita la noche de julio,  

que entre sus suaves brisas  

trajo el mensaje del teléfono,  

como un susurro del destino,  

de la flor más hermosa del verano.  


Encandilaste el brillo de mis pupilas,  

color marrón como el sol que acaricia  

los campos en la estación dorada.  


Llevándome al sueño profundo,  

mi musa, cual belleza celestial,  

has vuelto junto a las golondrinas  

a llevarte mi tétrico atardecer  

y devolver la magia a mi existir.  


Acabas con las noches taciturnas  

con esa mirada llena de ternura,  

con la luz de tus ojos que enciende  

los latidos de mi mundo destrozado.  


Has devuelto el alma a mi cuerpo,  

dejando que mis eritrocitos  

se inunden de oxihemoglobina,  

cual agua de fuente incesante,  

cual viento del océano lunar.  


Llenaste mis sentidos de paz  

con tu armoniosa y dulce voz,  

que inunda mi atmósfera de alegría,  

como un canto que renace en la aurora.  


No sé dónde estás ahora,  

pero puedo sentirte y contemplar  

el encanto de tu único ser  

en el nirvana de mis pensamientos.  


Puedo sentir en mi lecho,  

en mis brazos y en mi piel,  

el calor de tus abrazos,  

que encienden mi pasión  

y derriten la escarcha del olvido.  


Cual dulzura de tus labios,  

que destruye el sinsabor  

de mi efímera existencia.  


Te amo, y lo confieso  

ante los ojos del Creador:  

no hay nada más distinto,  

nada más puro e infinito,  

que el amor que has despertado  

en mi tétrico corazón.  


Autor Christian Aycho Carbajal 




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