Deliriosa
Divina piel de seda fina,
tesoro secreto del mapa;
labios de intenso almíbar,
al morder tu dulce aurora.
Rosas rozando tu mirada
en el jardín del arrebol;
estrellas destellan tu candor,
y la luna descifra tus ojos.
Tus sonrisas son melodías
dulces en clave de sol mayor;
tus cabellos, rayos de rubíes
que el frío dolor desvanecen.
Tú, crisol del infinito orbe
tu rostro, altar que calienta
los latidos de mi corazón
desierto y desterrado.
Es enredadera, tu silueta
que envuelve y encadena.
En danza de fuego y juego
donde el tiempo son palomas
posadas en el granero.
Mi credo, mi poema, tú:
contemple y versos jadeantes.
de abrazos derretidos en pasión,
haciendo llover semillas;
detienen el respiro en almohada.
Tu mirada calma el delirio;
tus cejas dos luceros que
la noche apagada alumbran
Y en tus pupilas navego
hacia los botones del edén.
Delirioso e inmenso designio,
victoria de guerras y luchas;
idioma de néctar en colibríes,
fiel respeto a mi juramento,
tallado en flor de mármol.
Tú, insignia de mis venas
sol ardiente, piel de fuego.
Nuestro amor es bandera
que flamea y atormenta,
huracán que cifra el caos.
Tu cuerpo, surcos ubérrimos
de simas y lomas empinadas;
bello paisaje donde las almas
beben el divino elixir del edén.
Tus ojos, brújula y faro
de luz que guía el barco
en el océano perdido,
mi manzana prohibida:
labios rojos del alba.
—Christian Aycho Carbajal
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