Desvarío
En tus dientes níveos
de fina filigrana,
se enreda el hilo
de mis deseos
Mil fonemas de zuzurros,
son sonidos al caer en el
abismo de tus sábanas.
En tu piel de viva constelación
de fulgente zafiro, ardemos
como cometas en fuga.
Mi firmamento boreal,
envuélveme en tu suave silueta,
cintura que inclina mi brújula
hasta confundirnos con las sombras
que bailan en la pared.
Mi Strudel, hojaldre de canela
que se desprende en mis dedos,
enróllame en tu dulzura
como el pergamino donde
escribo versos en tu vientre.
Quiero pecar sigiloso
mordiendo tu manzana,
mi más preciado
fruto prohibido.
Mirada inquieta en malvavisco,
donde se derriten, melifluos,
los minutos de tu fulgor.
Te muerdo, oh mi dulce ambrosía,
néctar que se desliza en mis dedos
de miel lunar.
Mi sinuoso y ardiente paisaje,
déjame deslizar mis ansias
en tus quebradas y Alpes.
Un eco repite mi nombre
entre cantos, para encontrar
rocíos diáfanos en manantiales
que purifiquen mis andares.
Quiero beber de tu fuente,
mi fontana donde nacen
tus palabras, pureza secreta
esa que solo conocen
los lobos en luna llena.
Mi desvarío inmortal, atrapado
en el arco de tu espalda al arquearse,
Quiero volar y dormir en tus alas,
suaves plumas de cisne que me
Acarician y arañan mi pecho,
Dejame cantar con los serafines
imposibles cantos, que inventamos.
Mi desvarío nebuloso,
bruma que sube de tu pelvis
en alba de mil prosas
de ferviente tentación.
Detenme en tu éxtasis,
donde el tiempo es solo
un rumor lejano,
un castasñeteo entre
los labios.
Acelera mis latidos con tu rubor,
el secreto de tus vergüenzas
que recorro con lengua de cartógrafo.
Mi limerente atardecer
de conciertos de placer,
noche sinfónica de jadeos
en clave de sol en tu piel.
Encuéntrame en la línea
de tu mar, esa frontera donde
naufragan mis certezas.
Quiero surcar mi barca
rumbo a tu isla tropical,
aunque mis remos se rompan
contra tus acantilados.
Desaparece la inseguridad
de mis ansias, como arena
entre tus pies de sirena,
hasta calmar este temblor
que dejó tu nombre escrito
en mis costillas.
¿Pero, que soy, sino un
naufrago que inventa
islas en tu espalda?
Mi ciclón de arrebol en almíbar,
tormentas de azúcar y uñas,
endulza en alegría los rincones
oscuros, donde guardabas tus miedos.
Déjame morir en tus secretos,
ahogado en el perfume de tus
cabellos para despertar
amarrado a un infinito beso,
con cuerdas hechas de venas
y versos delirantes.
Mi desvarío colosal
colma mis copas de vino
con coplas de idilio,
embriágalas en tus pupilas
con el sudor de tu piel,
hasta que el poema
ya no sea palabra.
--Christian Aycho Carbajal
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