Perú, un verso secuestrado
Perú, un pueblo
multicultural y pujante
de todas las sangres,
anestesiado en prejuicios,
dilapidado, dividido,
con los ojos vendados
y maniatado por
bestias de mercado.
Perú es un rico
sentado en un banco de barro,
trocaron su banco de oro,
sus tierras y riquezas
por muerte, hambre y destierro.
Mientras estos
beben de su Pisco
en su kero de huesos fundidos
y con servilleta de lino,
le devoran su bienestar
le sangran la tierra y
sus venas, hasta
hundirlo en pobreza.
Le cobran por el aire,
le hipotecan su techo,
le venden su petróleo
a precio de hambre,
a precio de racismo,
a precio de odios.
Y el Perú trabaja, ara, suda,
mientras otros
le roban ese sudor,
paga el pan con anemia,
la luz, el agua con despojo, y
la pobreza le crece
como una deuda que no cesa.
Si un peruano alza su voz
ante tal injusticia y
ante tamaña crisis,
lo llaman indio, sedicioso,
terrorista, comunista, rojo.
Pero los que mataron
a Micaela,
los que descuartizaron
a Túpac Amaru II,
no eran dioses, ni curas:
eran los mismos de ahora,
verdugos con corbata,
firmando cheques con sangre.
Y siguen desangrado al pueblo,
robándole el mañana
en toneladas de oro y recursos,
dejando páramos de miseria
con contratos ley
que el opresor exprime
hasta el último gramo.
La mano negra
de los sádicos
sortea candidatos,
pesca votos y,
en mayoría,
secuestra la democracia,
trocada en fascismo,
apagando los ojos del pueblo
pintando en fracaso
y corrupción al país.
Pero el pueblo Tahuantinsuyano,
se quitó la noche de sus ojos,
sus dientes dejaron de morder
el remordimiento,
y no ceder a vivir de rodillas
ante el verdugo
se cansó de ver
la agonía del pueblo.
Hoy va rumbo
a recuperar
su soberanía
su riqueza y
a romper las cadenas
que apagan la luz
para escribir su propio destino
como nación.
—Christian Aycho Carbajal
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