Conciencia de clase, el camino hacia una mejor sociedad
La lucha de clases es la dinámica social a través del conflicto entre las clases dominantes (burguesía) y las clases oprimidas (proletariado). Este enfrentamiento, es el motor de la historia y la clave para entender las desigualdades económicas, políticas y sociales. Para lograr una sociedad más justa, es necesario comprender las raíces de esta lucha y plantear soluciones que transformen las estructuras de poder.
La Burguesía y el Proletariado: Una Relación de Explotación
La burguesía, como clase dominante, controla los medios de producción (fábricas, tierras, capital) y se beneficia de la plusvalía generada por el trabajo del proletariado. Esta relación es intrínsecamente explotadora, ya que los trabajadores no reciben el valor completo de su labor, mientras que los capitalistas acumulan riqueza a costa de su esfuerzo. Esta dinámica perpetúa la desigualdad y concentra el poder en manos de unos pocos.
Ante esta estructura se presenta que esta estructura es insostenible y que la única manera de alcanzar la justicia social es mediante la abolición de la propiedad privada de los medios de producción y la instauración de un sistema donde los recursos sean administrados colectivamente.
La Conciencia de Clase como Herramienta de Cambio
Para lograr una sociedad más justa, es fundamental que el proletariado desarrolle una conciencia de clase. Esto implica reconocer su posición en la estructura social, entender las causas de su opresión y organizarse para luchar contra el sistema que perpetúa su explotación. Sin esta conciencia, la burguesía mantendrá su hegemonía a través de mecanismos como la ideología dominante, que justifica y naturaliza las desigualdades.
La educación y la organización son herramientas clave en este proceso. Los trabajadores deben unirse en sindicatos, partidos políticos y movimientos sociales que defiendan sus intereses y promuevan la solidaridad entre las clases oprimidas. Solo a través de la unidad y la acción colectiva se puede desafiar el poder de la burguesía.
La Revolución como Camino hacia la Igualdad
El comunismo sostiene que la transformación radical de la sociedad no puede lograrse mediante reformas graduales dentro del sistema capitalista. En su lugar, propone una revolución que derribe las estructuras de poder existentes y establezca un nuevo orden basado en la propiedad colectiva y la planificación económica democrática.
Esta revolución no debe entenderse como un acto de violencia gratuita, sino como una respuesta necesaria ante la violencia estructural del capitalismo, que condena a millones a la pobreza, la explotación y la exclusión. El objetivo es construir una sociedad donde las necesidades humanas primen sobre el lucro y donde todos tengan acceso a los recursos necesarios para vivir con dignidad.
Hacia una Sociedad sin Clases
El fin último del comunismo es la creación de una sociedad sin clases, donde desaparezcan las divisiones entre explotadores y explotados. En este sistema, la riqueza se distribuiría de manera equitativa, y las decisiones económicas y políticas serían tomadas democráticamente por la comunidad. La justicia social no sería una aspiración, sino una realidad cotidiana.
Sin embargo, este proceso no está exento de desafíos. La transición hacia una sociedad comunista requiere superar la resistencia de las clases dominantes, combatir la alienación cultural impuesta por el capitalismo y fomentar valores como la solidaridad, la cooperación y el bien común.
La lucha de clases por la apropiación de los medios de producción y la explotación de la clase trabajadora (el poder) tiene sus raíces en la historia, particularmente a partir del siglo XVI, pero sobre todo desde el siglo XVIII, en el contexto del surgimiento de las economías de mercado capitalistas. Durante este período, se desarrolló y consolidó en Europa la propiedad privada de la tierra.
¿En qué se diferencia la propiedad privada de las formas anteriores de apropiación? Quien posee un terreno de manera privada no solo tiene derechos de uso sobre los recursos que este sustenta, sino también el derecho a decidir cómo se aplican esos derechos y a disponer libremente de la tierra: venderla, alquilarla, hipotecarla, regalarla o transmitirla a sus herederos. Además, tiene el poder de excluir a otros de estos derechos.
La propiedad privada de la tierra se impuso mediante leyes (como las Actas de Cercamiento en Inglaterra) o mediante el uso de la violencia, en detrimento de la propiedad común. Este proceso, que se extendió durante siglos en Europa, estuvo acompañado de transformaciones agrícolas que sentaron las bases de la Revolución Industrial. Sin embargo, su aplicación fue y sigue siendo brutal.
El origen de la apropiación de los medios de producción se encuentra en la implementación de normas que establecen la propiedad privada.
La propiedad privada de la tierra: asegurar los frutos del trabajo propio o ajeno
La propiedad de la tierra permite al agricultor asegurar los frutos de su trabajo. Un propietario puede explotar directamente su terreno dentro de los límites de su fuerza laboral y acceso a insumos (semillas, abonos) y capital (herramientas, equipos).
Sin embargo, el control de la tierra por parte de un pequeño grupo de propietarios también puede convertirse en un medio para apropiarse del trabajo de otros. Quien posee grandes extensiones de tierra puede arrendarla a aparceros o agricultores a cambio de una renta, o explotarla directamente empleando trabajadores asalariados.
En estos casos, la relación entre el propietario y el arrendatario suele ser asimétrica y desigual, agravada por el acceso diferencial a insumos y capital.
Relaciones de propiedad desiguales que conducen a la exclusión del pequeño campesinado
En Europa, las relaciones de propiedad a menudo derivaban de relaciones feudales de dominación. La nobleza local cercó sus propiedades invadiendo tierras comunales, frecuentemente mediante la violencia. Este proceso también benefició a las clases emergentes: comerciantes, caballeros ricos y agricultores adinerados, quienes influyeron en las decisiones políticas para favorecer sus intereses.
En Inglaterra, las sucesivas Enclosure Acts (Leyes de Cercamiento) durante los siglos XVIII y XIX aceleraron la exclusión del pequeño campesinado, que fue reducido al trabajo asalariado, la mendicidad o la emigración. En Francia, los grandes latifundios señoriales y eclesiásticos decayeron en favor de pequeñas y medianas propiedades, aunque con un sesgo hacia la burguesía y los campesinos más ricos.
Este fenómeno no se limitó a Europa. En América Latina, con el desarrollo del capitalismo agrario a mediados del siglo XIX, y en la India bajo el dominio británico, se repitieron patrones similares. Sin embargo, mientras en Europa estos cambios tomaron siglos, en las colonias ocurrieron en décadas, sin permitir adaptaciones sociales ni desarrollo industrial que absorbieran al campesinado desplazado.
Hoy, el acaparamiento masivo de tierras avanza a un ritmo sin precedentes, especialmente en África, donde grandes inversores internacionales están adquiriendo tierras a un ritmo acelerado.
Aceleradores y moderadores de las desigualdades en el acceso a la tierra
Las desigualdades en el acceso a la tierra se basan en relaciones de poder desequilibradas, que han evolucionado hacia formas de dominación cada vez más marcadas. Desde las crisis financiera y alimentaria de 2007-2008, este proceso se ha acelerado.
Entre los factores que impulsan esta tendencia se encuentran:
Financiación y volatilidad de los precios agrícolas: El aumento de la demanda de tierras por parte de fondos soberanos, empresas agroalimentarias y otros actores responde a la volatilidad de los precios de los productos agrícolas.
Externalización del suministro de alimentos: Países dependientes de importaciones, como los Estados del Golfo, China e India, están adquiriendo tierras en el extranjero para garantizar su seguridad alimentaria.
Especulación financiera: La crisis financiera de 2007 llevó a los inversores a buscar nuevas fuentes de beneficio en los mercados de materias primas y tierras agrícolas.
La acumulación originaria según Karl Marx
En los capítulos XXIV y XXV de El Capital, Marx describe la acumulación originaria como un proceso previo a la acumulación capitalista, basado en la expropiación de los productores directos. Este proceso, que incluyó la colonización de América y el comercio de esclavos, permitió la privatización de los medios de producción y la creación de una clase trabajadora "libre" pero desposeída.
La privatización destruyó formas tradicionales de acceso a la tierra, como los derechos comunales, y permitió a los propietarios acumular riqueza mediante la explotación del trabajo asalariado. Esta dinámica sentó las bases del capitalismo moderno, donde los trabajadores son tratados como medios de producción en lugar de socios en la generación de riqueza.
Hacia un equilibrio económico justo
A través de este manifiesto buscamos un equilibrio económico donde la clase trabajadora sea valorada no como un medio de producción, sino como un socio en la generación de riqueza. Esto implica:
Remuneración justa: Remunerar a la clase trabajadora (el proletariado) un porcentaje superior por su fuerza física y mental.
Derechos laborales: Garantizar condiciones de trabajo seguras, dignas con todos derechos y beneficios.
Distribución equitativa: Permitir que los trabajadores accedan al disfrute de la riqueza generada, al lograr este equilibrio, se erradicarían el hambre y las desigualdades sociales, permitiendo el desarrollo científico y tecnológico en beneficio de toda la humanidad.
Conclusión
La lucha contra la explotación capitalista no es solo un acto de resistencia, sino un paso hacia una sociedad justa y equitativa. Como dijo Marx, la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases. Hoy, más que nunca, es necesario unirnos para construir un futuro donde la riqueza no sea acumulada por unos pocos, sino compartida por todos.
La lucha de clases es un fenómeno inherente al capitalismo, pero también es la semilla de su transformación. A través de este manifiesto ofrecemos una visión de una sociedad más justa, donde la explotación y la desigualdad sean erradicadas. Para alcanzar este objetivo, es necesario que las clases oprimidas tomen conciencia de su poder, se organicen y luchen por un futuro en el que la humanidad pueda vivir en armonía y equidad. La justicia social no es un regalo, sino una conquista que requiere esfuerzo, sacrificio y unidad.
Según: Christian AC (2024)
Aquí tienes una versión corregida y mejorada de tu texto, conservando su esencia original:
SEGUNDO MANIFIESTO COMUNISTA
Por: Christian Aycho Carbajal
Universidad Nacional Micarla Bastidas de Apurímac
Apurímac, Perú - 27 de agosto de 2024
II MANIFIESTO COMUNISTA
El Poder
La lucha de clases por la apropiación de los medios de producción y la explotación de la clase trabajadora (el poder) tiene sus raíces en la historia, particularmente a partir del siglo XVI, pero sobre todo desde el siglo XVIII, en el contexto del surgimiento de las economías de mercado capitalistas. Durante este período, se desarrolló y consolidó en Europa la propiedad privada de la tierra.
¿En qué se diferencia la propiedad privada de las formas anteriores de apropiación? Quien posee un terreno de manera privada no solo tiene derechos de uso sobre los recursos que este sustenta, sino también el derecho a decidir cómo se aplican esos derechos y a disponer libremente de la tierra: venderla, alquilarla, hipotecarla, regalarla o transmitirla a sus herederos. Además, tiene el poder de excluir a otros de estos derechos.
La propiedad privada de la tierra se impuso mediante leyes (como las Actas de Cercamiento en Inglaterra) o mediante el uso de la violencia, en detrimento de la propiedad común. Este proceso, que se extendió durante siglos en Europa, estuvo acompañado de transformaciones agrícolas que sentaron las bases de la Revolución Industrial. Sin embargo, su aplicación fue y sigue siendo brutal.
El origen de la apropiación de los medios de producción se encuentra en la implementación de normas que establecen la propiedad privada.
La propiedad privada de la tierra: asegurar los frutos del trabajo propio o ajeno
La propiedad de la tierra permite al agricultor asegurar los frutos de su trabajo. Un propietario puede explotar directamente su terreno dentro de los límites de su fuerza laboral y acceso a insumos (semillas, abonos) y capital (herramientas, equipos).
Sin embargo, el control de la tierra por parte de un pequeño grupo de propietarios también puede convertirse en un medio para apropiarse del trabajo de otros. Quien posee grandes extensiones de tierra puede arrendarla a aparceros o agricultores a cambio de una renta, o explotarla directamente empleando trabajadores asalariados.
En estos casos, la relación entre el propietario y el arrendatario suele ser asimétrica y desigual, agravada por el acceso diferencial a insumos y capital.
Relaciones de propiedad desiguales que conducen a la exclusión del pequeño campesinado
En Europa, las relaciones de propiedad a menudo derivaban de relaciones feudales de dominación. La nobleza local cercó sus propiedades invadiendo tierras comunales, frecuentemente mediante la violencia. Este proceso también benefició a las clases emergentes: comerciantes, caballeros ricos y agricultores adinerados, quienes influyeron en las decisiones políticas para favorecer sus intereses.
En Inglaterra, las sucesivas Enclosure Acts (Leyes de Cercamiento) durante los siglos XVIII y XIX aceleraron la exclusión del pequeño campesinado, que fue reducido al trabajo asalariado, la mendicidad o la emigración. En Francia, los grandes latifundios señoriales y eclesiásticos decayeron en favor de pequeñas y medianas propiedades, aunque con un sesgo hacia la burguesía y los campesinos más ricos.
Este fenómeno no se limitó a Europa. En América Latina, con el desarrollo del capitalismo agrario a mediados del siglo XIX, y en la India bajo el dominio británico, se repitieron patrones similares. Sin embargo, mientras en Europa estos cambios tomaron siglos, en las colonias ocurrieron en décadas, sin permitir adaptaciones sociales ni desarrollo industrial que absorbieran al campesinado desplazado.
Hoy, el acaparamiento masivo de tierras avanza a un ritmo sin precedentes, especialmente en África, donde grandes inversores internacionales están adquiriendo tierras a un ritmo acelerado.
Aceleradores y moderadores de las desigualdades en el acceso a la tierra
Las desigualdades en el acceso a la tierra se basan en relaciones de poder desequilibradas, que han evolucionado hacia formas de dominación cada vez más marcadas. Desde las crisis financiera y alimentaria de 2007-2008, este proceso se ha acelerado.
Entre los factores que impulsan esta tendencia se encuentran:
Financiación y volatilidad de los precios agrícolas: El aumento de la demanda de tierras por parte de fondos soberanos, empresas agroalimentarias y otros actores responde a la volatilidad de los precios de los productos agrícolas.
Externalización del suministro de alimentos: Países dependientes de importaciones, como los Estados del Golfo, China e India, están adquiriendo tierras en el extranjero para garantizar su seguridad alimentaria.
Especulación financiera: La crisis financiera de 2007 llevó a los inversores a buscar nuevas fuentes de beneficio en los mercados de materias primas y tierras agrícolas.
La acumulación originaria según Karl Marx
En los capítulos XXIV y XXV de El Capital, Marx describe la acumulación originaria como un proceso previo a la acumulación capitalista, basado en la expropiación de los productores directos. Este proceso, que incluyó la colonización de América y el comercio de esclavos, permitió la privatización de los medios de producción y la creación de una clase trabajadora "libre" pero desposeída.
La privatización destruyó formas tradicionales de acceso a la tierra, como los derechos comunales, y permitió a los propietarios acumular riqueza mediante la explotación del trabajo asalariado. Esta dinámica sentó las bases del capitalismo moderno, donde los trabajadores son tratados como medios de producción en lugar de socios en la generación de riqueza.
Hacia un equilibrio económico justo
Los comunistas buscan un equilibrio económico donde la clase trabajadora sea valorada no como un medio de producción, sino como un socio en la generación de riqueza. Esto implica:
Remuneración justa: Pagar al obrero un porcentaje superior por su fuerza física y mental.
Derechos laborales: Garantizar condiciones de trabajo seguras y dignas.
Distribución equitativa: Permitir que los trabajadores accedan al disfrute de la riqueza generada.
Al lograr este equilibrio, se erradicarían el hambre y las desigualdades sociales, permitiendo el desarrollo científico y tecnológico en beneficio de toda la humanidad.
Conclusión
La lucha contra la explotación capitalista no es solo un acto de resistencia, sino un paso hacia una sociedad justa y equitativa. Como dijo Marx, la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases. Hoy, más que nunca, es necesario unirnos para construir un futuro donde la riqueza no sea acumulada por unos pocos, sino compartida por todos.
Según: Christian Aycho Carbajal (2024)
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